TERESA ESTAPÉ

Cuando vi por primera vez Teresa Estapé entrando en Ocaña, ella llevaba unos pendientes de su bisabuela que reflejaban las luces del caos que conlleva la noche y lo convertían en algo diferente. Este detalle simplemente me confirmó de lo que especial es esta mujer. Una artista que cuestiona el mundo y crea respuestas. Yo Dessislava visité su taller y verdaderamente no me quería ir de allí. La elegancia es la especie de su mundo. Bienvenidos.

Dessislava: ¿Quién es Teresa Estapé? Si tuvieses que autodescribirte, ¿cómo lo harías?

Teresa: Es terrible esta pregunta.

D.: Métodos de la búlgara.

T.: Ay, la búlgara esta… Soy una persona en búsqueda constante. Así me definiría.

D.: Te encuentro en tu estudio, eres artista, ¿me puedes contar algo más sobre tu trabajo?

T.: ¿De mi trabajo actual o de mi trabajo en general?

D.: Empieza por tu trabajo en general y así después llegaremos a lo que estás haciendo actualmente. ¿Estudiaste joyería en la Massana?

T.: De hecho yo primero estudié Derecho. Me licencié en Derecho no sé cómo porque, ya en tercero entré en una crisis vital tremenda y vi que lo que quería era hacer Bellas Artes pero primero acabé la carrera de Derecho y después empecé Bellas Artes. Hice a la vez Bellas Artes en la Facultad de Sant Jordi y joyería en la Massana. Donde me sentí más identificada fue con la sección de joyería en la escuela Massana que considero brillante. La lleva un profesor que se llama Ramón Puig, que entiende la joyería como arte pero en formato pequeño. Con la portabilidad de la joya pero como una manifestación artística, eso cuesta un poco de entender…, no estamos tan avanzados en el tema de la joyería.

D.: Tus piezas son muy mínimal. 

T.: A día de hoy sí, pero las piezas que yo hice, las que siento como piezas de arte, eran piezas que no tenían nada que ver con el ornamento, eran expresiones artísticas. La primera que hice fue un guante de fregar que tenía troquelada una alianza y hablaba sobre la promesa de felicidad de estas alianzas que se regalan aquí, típicas de los brillantes, y la realidad que era el guante de fregar.

D.: También hablas sobre la cuestión del género y la mujer, el ama de casa y la liberación de la femme.

T.: Supongo que sin ser consciente de ello, hablaba de esto, sí.

D.: ¿Cuales son tus referentes en el mundo del arte, en el mundo de las joyas?

T.: En el mundo de las joyas mi referente podría ser mi profesor Ramón Puig, del que ya te he hablado antes, y una chica alemana que se llama Bettina Speckner que hace unas joyas que me gustan mucho. Marc Monzó, un chico catalán que también me gusta mucho lo que hace. En general la gente que salimos de la Massana tenemos una manera de hacer joyas común, con la que me siento bastante identificada, hay un sello de la escuela

D.: ¿Cómo fue tu evolución desde la joyería a la actualidad.

T.: .: Hubo un momento en el que entendí el formato pequeño que necesariamente tiene que tener una joya, porque tiene que estar vinculada al cuerpo, no puede pesar cien kilos.

Esto al principio me resultó un estímulo y se convirtió en un lastre, en un límite. Entonces empecé a sacarlas joyas y a colocarlas en peanas. Seguían siendo pequeñas, pero ya podían ser más grandes y convertirse en esculturas. De allí pasaron a la pared y empezaron a ser instalaciones que estaban relacionadas con el espacio. Y de allí se han empezado a desmaterializar hasta la actualidad, que son más bien acciones artísticas en las que a veces hay rastro físico, a veces hay dibujos o composiciones que resultan de estas acciones y en otras hay solo proceso.

D.: ¿Y dónde se quedó Bellas Artes mientras estabas con el tema de las joyas en la Massana?

T.: Como hacía las dos cosas a la vez y tenía mi taller de joyería, no daba abasto. Entonces decidí parar Bellas Artes porque era algo que quería disfrutar y dedicarle tiempo. Luego me fui a vivir cinco años a Madrid, trabajé allí y ahora he retomado la carrera de Bellas Artes.

D.: ¿De qué trabajaste en Madrid?

T.: Como asistente de una chica que es joyera y diseñadora industrial.

D.: ¿Qué estás creando ahora? ¿Cuáles son los temas que abarcas?

T.: Ahora estoy trabajando bastante con el concepto de los límites, de los caminos a seguir, de las normas, las imposiciones. En general sería algo como la biopolítica, todas las normas implícitas en la sociedad de las que no somos conscientes muchas veces. Esta especie de cuadrícula sobre la que nos movemos sin darnos cuenta. Pretendiendo que somos libres, somos libres de comprarnos un iPhone, de casarnos, de divorciarnos, de tener hijos pero en realidad hay toda una serie de condicionantes que se nos están marcando y de las que no somos conscientes.

D: ¿Cuáles son tus medios de expresar esta problemática? ¿Pintura, dibujo, video, fotografía, instalaciones, etc.?

T.: Es el dibujo, el grabado y las acciones artísticas entre acción y performance. Ahora estoy entrando un poco más en la acción artística y la performance.

D.: Acabas de estar en Japón representando la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, ¿me puedes contar cómo te escogieron?

T.: A Japón fuimos en representación de la Universidad de Barcelona, una profesora de Bellas Artes, otra artista y yo. Era una exhibición conjunta que montó la Universidad de Tsukuba que está al lado de Tokio, se titulaba Fine Art Exhibition. Invitaron a muchas facultades del mundo con un profesor y ex alumnos que las representaran. Nosotros enviamos las obras, se expusieron conjuntas, hicieron una conferencia, unas charlas y nos invitaron a estar allí.

D.: ¿Qué te pareció Japón?

T.: Me pareció totalmente apasionante. Quizás lo que más me ha llamado la atención es esta parte tan friki que tienen en sus ratos de ocio, cómo liberan toda la tensión cultural que tienen en el trabajo y en la familia. Lo distante que resulta el no tocarse, la cultura del trabajo llevada al extremo como en el libro de Amélie Nothomb “Estupor y temblores”. Allí dicen que cuando tienes que dirigirte a tu superior en el trabajo lo tienes que hacer con estupor y temblores, para que te hagas una idea de lo férrea que resulta la jerarquía, por no hablar del afecto…  está socialmente muy castrado, como máximo puedes dar la mano, te lo permiten como extranjero.

D.: Es un punto opuesto a la cultura española o estos mundos mediterráneos que son súper táctiles.

T.: Cuando en el tren los españoles nos abrazábamos y nos dábamos besos, todo el mundo pensaba: ¿son unos locos? Entonces yo creo que este “no poder hacer” lo desatan en su tiempo libre, en los karaokes, en los sitios de manga, en los sitios de máquinas para jugar y esto sí que es una locura.

D.: Y en Barcelona, ¿dónde consumes arte? ¿dónde ves exposiciones?

T.: Voy a la Fundació Miró, a la Fundació Tàpies, al MACBA, a Santa Mónica…

D.: Hablando de Santa Mónica, has expuesto allí.

T.: Expuse en Santa Mónica hace dos o tres años.

D.: ¿Qué expusiste allí?

T.: Una instalación que hice en el espacio de la escalera. Era una instalación que primero hacía en el escaparate de Vinçon. El proyecto tenía dos partes, se llamaba Deconstruir. La primera se hacía en el escaparate de Vinçon, pedí que me dejaran el escaparate para hacer la instalación. Era un hilo de acero con el que fui tejiendo el escaparate y con el que cerré todo el espacio. Se entendían muy bien todos los metros cúbicos del espacio aunque no había nada dentro. Ese mismo tejer y cierre con una especie de telaraña o algo así…

D.: Me parece que esta pieza se puede relacionar con tus conocimientos de joyería.

T.: Sí, de hecho por los materiales que utilicé. Unos eran los gabarrotes, que son los clavos para tensar la tela al bastidor. El otro es el hilo de acero que se utiliza en joyería. En catalán tiene un nombre muy bonito: fil de camaranya que significa pata de araña, porque es muy fino. Este hilo se utiliza para soldar dos piezas, tienen que estar muy juntas para que la soldadura las una. Es un hilo que se utiliza mucho en la joyería. Y yo lo he utilizado para escultura. Mi manera de hacer, tanto en las instalaciones como en los dibujos, tiene mucho de precisión de joyería, de cosas muy pequeñas, movimientos repetitivos, delicadeza.

D.: Aunque tú dices que no quieres que se confundan la Teresa joyera y la Teresa artista, yo creo que es al revés, que van a favor de…

T.: Sí, como oficio me gusta tenerlo. Pero a veces puede dar pie a confusiones. La joya es igual a ornamento, es algo muy vacuo, ¿no? Joya igual a belleza, joya igual a valor económico: oro, piedras… Y claro, la joyería que yo he estudiado y practicado es arte, es un objeto artístico con las características físicas de la portabilidad, el peso y el volumen de una joya, pero es un objeto artístico más. En Alemania o en Holanda hay más tradición que en España. Barcelona es donde hay más, pero en el resto de España la joya contemporánea es casi la nada, no se entiende.

D.: ¿Y en Madrid? Porque habiendo sido asistente de una joyera allí a lo largo de cinco años…

T.: Era una diseñadora de lo que llamamos joyas de diseño, muy bonitas y tal, pero se trataba de joyería ornamental, es otra categoría, otro apartado. Volviendo a la instalación el tema era llevar al mínimo la materia. Yo ya tenía una crisis con lo material, todo lo matérico me parecía fetiche: la escultura con la peana, el cuadro…

D.: ¿Tienen unos karaoke box, no? Donde se cierran y cantan.

T.: Allí nos fuimos toda la noche para cantar. Fantástico, Lost in transtalation. Muy chulo. Esta cualidad, que en realidad es mala, porque es el otro extremo, me parece muy fascinante. Y también lo sublimes que son con la estética y la belleza, la llevan hasta un grado de refinamiento  que a mí me conmueve. Por ejemplo es interesante ver cómo cuidan un jardín. Los jardineros tienen diferentes tijeras y pinceles, hacen ikebana con las mismas plantas del jardín, toda una composición impresionante. Es una sensibilidad extrema para mí, llevada al refinamiento máximo. Esto me conmueve.

D.: Y a nivel de arte, ¿pudiste visitar algunos centros de arte contemporáneo?

T.: Mira Dessis, muy pocos porque me organicé muy mal. Decidí que el viaje iba a ser libre y no iba a organizarlo y esto fue bastante en mi contra (nos reímos). Pero viví otras cosas.

T.: No, de hecho he abandonado la materia, ya no me interesa. En las acciones que hago, si acaban habiendo cosas matéricas, es porque la acción lo pide no porque yo quiera luego acabar con algo vendible, coleccionable o heredable, eso ya no me interesa.

D.: ¿Me puedes contar una de tus acciones? ¿Qué es lo que haces?

T.: Están en relación con el proyecto que hago ahora, como te he dicho antes, que habla de las normas y los límites por los que hay que guiarse. Una de estas normas, en la que estoy trabajando ahora, es la productividad: qué haces con tu tiempo, qué produces, todo relacionado con esta sociedad de consumo. Cómo se vende, cuánto cuesta, cómo te ganas la vida. Decido subvertir los materiales con los que habitualmente trabajo en el taller y que me darían resultados productivos con un objeto que vendería y con el que ganaría dinero. Es decir utilizar estos materiales de una forma contraria a lo que sería usual.

D.: ¿Cómo?

T.: Por ejemplo, con un bolígrafo, en lugar de utilizar la tinta, lo rompo, quito la tinta y con esa tinta tapo un papel milimetrado. Estoy también mucho sobre los formatos DIN A4, los formatos incluso de los cuadros que son cuarenta figuras, quince marina, todo eso son como normas. Entonces el papel milimetrado, los cuadros de caligrafía son como paradigma. Desde que se le enseña a un niño pequeño cómo tiene que escribir y dónde tiene que ubicarse. Entonces con la tinta de los puntafinas (por cierto Steadler me ha patrocinado y me han regalado miles de puntafinas para que se haga este trabajo). Y así, rompiendo las puntafinas voy creando una mancha negra que tapa totalmente la cuadrícula. Otra acción que hago es con papel de lija que habitualmente utilizo en el taller. Establezco una batalla entre el papel de lija y el cúter. Voy cortando el papel de lija a tiras y al final lo opresor, que sería el cúter que corta el papel de lija, acaba siendo el oprimido porque el vidrio de la lija lo acaba desgastando.

D.: Ibas en camino de la desmaterialización…

T.: La idea era que la primera parte de la instalación solo la hacía con hilos y clavos. Todo el material me cabía en una caja pequeña, luego lo arrancaba y desaparecía. Y en la segunda parte, que la hacía en Santa Mónica, volvía crear esta retícula de telaraña pero ya la hacía con sombras. Colgué una bombilla en el centro y a partir de la luz que proyectaba la bombilla fuimos clavando  con una grúa varillas de pvc en la pared, de manera que se iba creando esa retícula a partir de las sombras. Era volver a crear lo mismo pero sin materia. Si tu apagabas la luz, la escultura, la instalación o lo que fuera desaparecía. Si estirabas del cable de la bombilla y lo movías, se movía toda.

D.: ¿Sigues trabajando con el tema de la «no materia”?

D.: Es una historia que se puede también interpretar como relación entre seres humanos y el tema del poder y Michael Foucault.

T.: Sí, el opresor y el oprimido.

D.: También la mancha es la que tiene el poder y está liquidando el papel y con el cúter y el papel de lija lo mismo, aunque parece que el poder que tiene el cúter es al revés. Me encanta. ¿Hay alguien que graba tus acciones?

T.: Yo estoy grabando las acciones.

D.: ¿Cómo continua su vida después del taller?

T.: Es un proyecto que estoy haciendo desde la beca Guasch Coranty que obtuve.

D.: Mencionando la beca, dime: ¿cómo la ganaste? ¿Qué oportunidades te da?

T.: Es una beca que da una fundación catalana y que tiene su sede en la Facultad de Bellas Artes que tiene, si no recuerdo mal, un premio de pintura cada cuatro años y concede becas cada año a cuatro artistas que presentan un proyecto en el que trabajan. Para presentar tu trayectoria tienes que estar acabando la carrera de Bellas Artes o estar en máster o en doctorado. Presentas un proyecto en el que quieres trabajar y un tribunal decide apoyar cuatro de estos proyectos con dinero. Después tú eliges un tutor que normalmente es un profesor de Bellas Artes para que pueda hacer un seguimiento de tu trabajo.

D.: ¿Qué lees?

T.: La verdad es que leo bastante sobre cosas de trabajo y siempre tengo libros que tienen que ver con ello.

D.: Puedo ver en tu mesa Walter Benjamin y su La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica.

T.: Ahora me gusta mucho uno que me recomendó Martí Peran (crítico y comisario de arte) que es de Jean-Yves Jouannis y se titula Artistas sin obra que, como te decía, es lo que me interesa. También Martí Manen Salir de la exposición. Ahora estoy haciendo bastantes colaboraciones con gente que está comisariando acciones artísticas en lugares deslocalizados, que no son centros de arte, sino espacios de lo más variado. El año pasado hice una en el Turo de la Rovira donde hicimos varias intervenciones y este año hemos hecho otra en una librería de segunda mano en Sant Cugat. Dentro de un mes haremos otra en Experimentem amb l’Art que es un centro de arte en Gracia.

D.: ¿Alguna película que te haya gustado últimamente?

T.: La gran belleza me ha encantado. Soy cinéfila y frecuento el Verdi y el Floridablanca.

D.: Yo te encuentro en tu estudio que es precioso y está en la calle Provenza, ¿cómo viniste aquí?

T.: Vendía piezas escultóricas en una tienda que está justo aquí encima y a la propietaria le llegó la información de que este local, que era la antigua vivienda de los porteros, estaba disponible. A ella no le interesó pero se acordó de mí.

D.: ¿Qué te parece el local Ocaña?

T.: Me parece bastante mágico, un lugar muy especial. Empezando por las bombillas de las letras acabando por un cierto ambiente que está por allí.

Previous
Previous

Josep María Martín

Next
Next

Ceesepe