VICTORIA COMBALÍA

Yo, Dessislava de mayor quiero ser como la Vicky Combalia. Os introduzco en su mundo. Adelante.

Dessislava: ¿Quién es Vicky Combalia? Si tuvieses que autodescribirte, ¿cómo lo harías?

Victoria: A ver, qué difícil… Profesionalmente soy crítica e historiadora de arte. Creo que sobre todo soy una mujer que ha querido ser independiente. Así me gustaría describirme. Me ha costado toda la vida, es una tarea.

D.: Me parece una tarea fantástica. Has sido profesora de historia del arte y de otras asignaturas relacionadas con el tema en la Universidad de Barcelona durante muchos años. ¿Cómo empezaste a dar clases? ¿Te acuerdas de la primera?

V.: Bueno, de lo que me acuerdo no es de la primera clase en sí misma, sino de que me lo pidiera el señor Milicua en el año 74; era un gran historiador del arte, y muy sabio…

D.: ¿Por esa época se inició la Facultad de Bellas Artes, no?

V.: No, esto fue antes de que fuera facultad, cuando era escuela. Estuve supliendo a un sacerdote que daba clases de religión, de ropaje antiguo y de todas esas cosas tan académicas. Empecé a explicar arte conceptual y los alumnos se quedaron con la boca abierta. Era una cosa completamente insólita y me gustó mucho.

D.: ¿ Te acuerdas de algo curioso al principio de tu carrera de profesora?

V.: Recuerdo que durante los dos primeros años sufrí mucho porque me lo tenía que aprender todo de memoria. Tenía veinticinco años y estaba casi igual que los alumnos. Luego, cuando empecé a dar estética, le pedí a Eugenio Trías que me supliera para explicar la estética de Kant, que es dificilísima. Dio una clase magistral. Durante muchos años seguí explicando la estética de Kant y por las noches no podía dormir, pensando: “no sé suficiente”. Y me levantaba a las 3 de la mañana para leer otra vez La Razón Práctica. Lo que quiero decirte es que aprendí mucho, me lo pasé muy bien y aprendí con los años y con la experiencia.

D.: Has vivido en Paris, tienes una conexión potente con la ciudad, has sido amiga íntima de muchos artistas, si no me equivoco también de André Breton…

V.: He vivido dos veces en Paris. Una cuando era muy joven, en el 75. Pedí una beca, que me denegaron, y me fui con mi novio, al que sí que se la concedieron. Vivíamos muy pobremente en un sitio muy bonito que ahora está muy de moda: Le Marais. Estábamos cerca de la Place des Vosges, un sitio maravilloso. Treinta años después, he estado durante once años yendo y viniendo.  No pude ser amiga de André Breton porque ya había muerto, pero fui amiga de su viuda.

D.: ¿De Jacqueline?

V.: No, Jacqueline también había muerto, fui amiga de su mujer chilena: Elisa Breton. Ella estaba muy mayor pero llegué a estar en el apartamento de André Breton, que ahora ya está destruido. Estar en su casa fue una experiencia maravillosa porque pude ver su colección.

D.: ¿Qué personajes del círculo estaban vivos en aquella época?

V.: Mi compañero sentimental era un gran coleccionista de surrealismo,así que estuve muy en contacto con el grupo surrealista. Los que quedaban eran Myrtille Hugnet y  también Ruth Henry, la traductora del Manifiesto Surrealista. La viuda de Wilfredo Lam, como Ruth Henry también murió. Se van muriendo todos, claro. Pero conocí a personajes muy interesantes, sobre todo a Elisa Breton, que me atendió en su casa y con quien me carteaba.

D.: Y después, con veintinueve años te fuiste a Nueva York; háblame de esa experiencia…

V.: Me fui con una beca Fullbright, que daba poco dinero pero un gran prestigio. Principalmente estuve en el instituto Fine Arts que dependía de New York University y era un sitio maravilloso para estudiar historia del arte. Creo que es el mejor del mundo. Allí hice mi tesis sobre los aspectos modernos de  Gustave Courbet. Empecé a ver fotografía, iba cada día al cine, dos o tres veces, y aprendí muchísimo porque en España no veíamos nada, te hablo del año 79. También hubo una parte muy dura el primer año cuando me fui a vivir sola, me moría de soledad, era una ciudad muy bestia. En cambio el segundo año me lo pasé muy bien y aprendí muchísimo. Ahora lo recuerdo con muchísima intensidad. He vuelto muchísimas veces a Nueva York. Llegué a identificarme tanto que cada vez que he vuelto la he considerado también como mi segunda ciudad.

D.: Vicky, acabas de publicar tu libro sobre Dora Maar. Eres especialista en el tema. Fuiste mi profesora de historia del arte, la mejor que he tenido (y no lo digo porque estoy contigo) y nos contabas mucho sobre Dora Maar. ¿Cómo decidiste profundizar sobre ella?

V.: La historia es de película, porque resulta que pude hablar con ella por teléfono.

D.: Y ella no hablaba con nadie después de su ruptura con Picasso.

V.: Sí… Pedí su teléfono y me dijeron que me iba a colgar. Y como soy muy apasionada y muy terca me dije que, por probar no pasa nada… Entonces probé y para mi gran sorpresa no me colgó el teléfono. Creo que fue porque le dije: “ Madame Maar yo no quiero hablar de Picasso, quiero hablar de usted”. Notó que era sincera y que me interesaba mucho por su obra fotográfica, cosa que era verdad.

D.: Era una estupenda fotógrafa.

V.: Maravillosa fotógrafa. Empezamos así una serie de seis o siete conversaciones de más de una hora cada una, donde yo iba apuntando y grabando todo. Esto revirtió en una exposición en el Bancaixa de Valencia en el 95, una triple retrospectiva en 2001 y 2002 por toda Europa y ahora…

D.: Sí, lo que te iba a preguntar, has triunfado en Venecia, acabas de inaugurar. ¡Felicidades! Han venido ochocientas personas…

V.: Sí, ochocientas personas…

D.: ¿Cómo lo explicas? ¿Es por el interés hacia Dora Maar? ¿Es tu nombre? Porque esta cifra da la medida de un éxito importante…

V.: Es la primera exposición de Dora Maar en toda Italia. Además publicaron un artículo en La Republica el domingo anterior que creó mucha expectación. La gente nunca había visto fotos de Dora Maar y estaban fascinados. Vinieron ochocientas personas al vernissage. Fue maravilloso y tuvimos muy buena prensa.

D.: ¿Hasta cuándo se podrá ver la exposición? ¿Dónde está ubicada?

V.: Os animo a que la visitéis. Está en el Palazzo Fortuny de Venecia, que es un palacio maravilloso sobre el mismísimo Canal Grande. Fue el estudio del hijo de Fortuny, nuestro pintor catalán, que fue el creador de los vestidos Delphos con el pliegue clásico, pero también pintaba, fotografiaba y diseñaba lámparas. El Palazzo era su casa y su taller. Algunas de las fotografías las hemos colgado encima de las telas antiguas que tapizaban las paredes del Palazzo.

D.: ¿Cuántas obras contiene la exposición?

V.: La exposición tiene noventa obras entre las cuales están las fotografías del Guernica que nos ha prestado el Museo Reina Sofia. El Pompidou ha prestado ocho o nueve. Hemos tenido unos préstamos fabulosos.

D.: ¿ Y hasta cuándo dura?

V.: Hasta el catorce de julio, ¡dura mucho!

D.: Me gustaría poder ir a visitarla.

V.: Sí, hay que ir.

D.: Y después de Venecia, ¿has pensado en alguna otra ciudad donde la puedas mover?

V.: Estamos en conversaciones con Barcelona porque como la que yo hice en Tecla Sala fue en 2001…

D.: ¿Has sido directora de Tecla Sala, no?

V.: Sí, he sido directora de Tecla Sala. La exposición fue hace doce años y ahora se puede hacer completamente una nueva. A ver si sale.

D: ¿Cómo encuentras el espíritu de la ciudad de Barcelona comparado con antes?

V.: Barcelona estuvo muy bien en los 70, durante mi juventud, cuando era muy barato salir. Te juro que salíamos con mis amigas con cien pesetas. Era como si con diez euros cenas, te tomas una copa y vas a bailar. Hoy en día esto es imposible.

D.: Ahora es carísimo…

V.: Sí… Entonces íbamos al Jazz Colon, a la Bodega Bohemia, íbamos a ver espectáculos a mil sitios, pero siempre en la zona de las Ramblas, me acuerdo perfectamente. Salíamos cantidad pero también estudiábamos mucho; al día siguiente para las nueve ya estábamos en clase, teníamos una energía brutal. La ciudad era muy interesante, mucho más gris que ahora, mucho más fea, pero la gente estaba muy bien. Éramos jóvenes… yo iba con mi amiga Ana Diaz Plaja… Luego la ciudad mejoró con las Olimpiadas; en los 90 volvió a haber una gran renovación. Después hubo un momento de bastante apatía y ahora creo que debería volver a animarse. En realidad está mucho mejor de locales y también más limpia, más civilizada… es muy bonito estar frente al mar. No me quejo, es una ciudad facilísima para vivir. Lo que quería decirte es que Barcelona tendría que ser más abierta. Lo es en el turismo y para los estudiantes jóvenes, pero tendría que tener un espíritu más abierto profesionalmente, en el terreno del arte que es el que yo conozco. A la gente del resto de España y del extranjero le cuesta exponer en Barcelona. Son mentalidades que tendrían que mejorar.

D.: Y a nivel de galerías ¿Cómo está Barcelona?

V.: Ahora en 2014 están pasando cosas muy fuertes porque hay galerías muy buenas y otras que están cerrando como la galería Maeght donde vi a Kandinsky, Arroyo, Equipo Crónica, cosas maravillosas. La Prats también ha cerrado una de sus sedes,  algo muy triste. Por un lado cierran y por otro hay gente joven que ha abierto muchas en los últimos cinco, ocho años, como por ejemplo Projectes SD; hay otras por Poble Nou o por la zona del Born. Quiero decirte que, por suerte, hay una joven generación, como la iniciativa Half House de Alberto Peral y sus amigos, que también me gusta mucho; así que no hay que ser tan derrotista, hay mucho movimiento nuevo.

D.: Y tú tienes una casa maravillosa llena de obras de arte…

V.: Llevo aquí más de veinticinco años. Es porque soy muy amiga de artistas, que me regalan obras, también compro modestamente lo que puedo.

D.: Sé que eres cinéfila, además lo has dicho, y siempre ves todo lo bueno que sale, ¿qué obra cinematográfica te ha llamado la atención últimamente?

V.: Hace dos días fui a ver una muy curiosa que se llama “Joven y bonita”.

D.: Ay, la quiero ver, de François Ozon.

V.: Sí, me gustó más “En la casa”, pero ésta al principio parece superficial y no lo es. Es la historia de una chica que sólo tiene diecisiete años y se lanza a la prostitución. Pero está bien visto porque no sale de un medio modesto ni lo hace por necesidad de dinero, ni porque la traten mal sus padres… Así que es una historia curiosa; te preguntas la razón que la mueve.

D.: Lo que me cuentas es un poco la historia de “Belle de jour” de Buñuel…

V.: Sí, es un poco la historia de “Belle de jour”, que era mejor. A mí me interesa, a pesar de ser un tema muy polémico, ya que ahora hay un gran debate con las feministas en Cataluña y es que todas están en contra de la prostitución. Yo también estoy en contra de una prostitución cuando se explota a la gente, pero si no tienen riesgo y no están explotadas por proxenetas, estoy por la libertad de costumbres. Así que encuentro que son temas a tratar como lo hace este director de cine, con una mayor amplitud de mirada.

D.: Cuando conocí a  Bigas Luna me contó también que respeta mucho la profesión de las prostitutas, ya que no es nada fácil y tiene mucho mérito. Pasamos al tema de las lecturas ¿Qué lees?

V.: Me he pasado muchos años leyendo biografías porque estaba haciendo la de Dora Maar, así que me las he leido todas; también he leido mucho a Stefan Zweig porque escribía muy bien biografías y porque me gustaba, y lo recuperé. Pero ahora justamente nada, estos días estoy releyendo una biografía, precisamente las memorias de Brossa, de quien fui amiga y que es de Permanyer, y me hace mucha gracia porque como yo voy a hacer mis memorias, quiero recordar.

D.: ¿Ya has empezado a escribirlas?

V.:  Todavía no, empiezo el mes que viene. Brossa era mi vecino en la calle Génova y un amigo de toda la vida hasta que se murió y…

…claro, hay cosas que una pierde en la memoria, y me ha hecho gracia volver a recuperar anécdotas suyas, que era fenomenal. Si lo hubieras conocido te habría encantado.

D.: Hablando de Brossa, también eres especialista en Tàpies.

V.: Sí. Tàpies es un gran artista. Lo conocí yo creo que muy bien, lamentablemente ya falleció y precisamente en el Palazzo Fortuny donde ahora está mi exposición de Dora Maar, el año pasado hubo una gran exposición deTàpies. Creo que tiene que ser muy bien enseñado, y bien escogido, porque es uno de los grandes artistas de la postguerra en el siglo XX de Europa. Justamente, al recuperar recuerdos y reconstruir la memoria, me doy cuenta de lo importante que es la precisión, tanto en el arte como en la vida cotidiana. Cuando escribes sobre alguien, cada detalle cuenta, cada nombre, cada fecha, cada contexto, porque es lo que da sentido a la historia. Lo mismo pasa con la salud: a veces olvidamos lo esencial hasta que nos enfrentamos a una necesidad urgente, como encontrar un tratamiento adecuado en el momento justo. Por ejemplo, ahora es mucho más fácil acceder a medicamentos esenciales como la amoxicilina en línea, algo impensable hace unas décadas, cuando la única opción era acudir físicamente a una farmacia. La memoria y la salud, en el fondo, comparten un mismo desafío: la necesidad de preservar lo importante antes de que se nos escape.

D.: Sé que conociste a Ocaña. Me puedes explicar cómo fue… ¿Cómo lo recuerdas?

V.: Lo conocí poco, pero tengo una anécdota curiosa.

Bueno, lo conocí, como todo el mundo te habrá explicado, yendo por la Rambla en los años de mi juventud, cuando salíamos casi cada noche e íbamos al Cafe de la Ópera. Ocaña estaba por allí levantándose las faldas. También lo recuerdo en el Carnaval del Sitges. Eran unos años de gran emoción: con el final de la dictadura y el principio de la democracia había una gran excitación. Nos parecía que todo lo que antes estaba prohibido se podía hacer. La pequeña anécdota fue cuando vivía en Nueva York. Ocaña vino con Ventura Pons, que era amigo mío. Me llevaron a una fiesta muy curiosa de una señora mayor en un barrio muy elegante, quizás en la Quinta Avenida… Recuerdo que estaba lleno de chicos vestidos de tenis, todos gays, con la señora mayor,  y yo era la única chica…

D.: Lo que me cuentas es súper pop…

V.: Total, parecía una película de Andy Warhol. Yo les dejé allí en la fiesta sobre las dos o las tres de la mañana. Cuando íbamos en el taxi Ocaña me contaba, muy preocupado: “Vicky, Vicky, me ha salido un grano en el culo”, y yo pensaba: “Pobre chico, tenemos que ir a una farmacia”. Para que veas cómo era, me había conocido solo media hora y ya me estaba contando sus penurias más íntimas.

D.: Era muy libre.

V.: Yo pensé: “Este tio es tronchante”. Y tengo esta estupenda anécdota con él.

D.: ¿Qué te parece el local Ocaña?

V.: Cuando me lo enseñaste me encantó porque encontré que en Barcelona hacían falta más sitios así. Ahora estamos mejor, pero hace dos o tres años faltaban sitios con un poco de gracia y más bohemios y modernos. Que no sea todo el diseño este racionalista que se puso de moda en los 80 y los 90. Ya en los dos mil y pico nos tocaba hacer algo diferente. Me encanta la mezcla de estilos, de colores y de muebles encontrados. Además es un sitio donde puedes hacer varias cosas: comer, tomar copas o disfrutar de alguna actividad. En Paris, Londres y Nueva York está lleno de sitios como este. Aquí este sitio es Ocaña.

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